martes, 22 de abril de 2014

the Beloved Gun - Capítulo 8: El Misterio de la Caja: Minamiya Minami

El mayor anhelo del ser humano.

Tanto hombres como mujeres buscan lo mismo: amor.

Desde niña siempre había sido alguien con muchos sueños e ilusiones, alguien que siempre vive metido en su mundo en donde todo es teñido de maravillosos colores, todos brillantes y vivos, distintas texturas y formas, seguía siendo lo mismo: amor. Toda persona siempre desea con encontrar a su ser amado, y estar siempre juntos… Puede sonar muy tonto o cursi para algunos, pero realmente todos profundamente desean ser amados.

Como todo ser humano, esa niña tenía que crecer, había cambiado a como era en muchos aspectos, las situaciones a veces nos obligan a cambiar, a veces simplemente al crecer vamos cambiando lo que pensamos acerca de muchas cosas y tomamos nuevas ideas, así es como es el desarrollo del ser humano.

Sin embargo había quedado algo que guardaba desde que era niña, la unión de sus sueños e ilusiones: el ser amado. Aunque ya no era la misma que una vez fue, había pasado por muchos problemas los cuales nadie conocía, porque estaban dentro de ella. Era de las personas que no hablaban de sus problemas, aquellos quienes se guardan todo y no confían en nadie, ese era el tipo de persona que era.

“¿Cómo querías que te ayudara si tu no me dices que es lo que te preocupa?, nadie va a hacer nada por ti si tu no haces nada por ti misma”

Con una edad de 14 años, como toda persona curiosa, amaba los temas acerca de la espiritualidad, los espíritus y todo aquello desconocido. Nunca fue una persona que no creía ya que había sido testigo de muchas cosas y menos después de lo que había vivido… por ahí hay un dicho: “la curiosidad mato al gato”, más este gato había sido salvado por alguien en quien no tenía mucha fe ni creencia, por Dios. “Él me había salvado… tal vez creía en el, pero no me metía en esos temas, siempre había detestado la religión y la iglesia, ya que… no confiaba en nadie. Como creer en esas personas que solo iban por quedar bien con los demás, que solo iban para librarse de sus pecados y salir y seguir cometiendo los mismos errores…” El hecho de que Dios la haya salvado no la haría creyente de esas personas, de la religión, ni de la iglesia, pero sin darse cuenta el se había convertido en alguien muy importante para ella… la había salvado de un gran peligro y agradecida, y tranquilizada de su angustia se había acercado mucho a él.

Había cambiado, completamente, lo que antes era un profundo dolor ahora era una enorme alegría, todo lo que malo que había dentro de ella había sido reemplazado, se sentía tan dichosa y feliz. Dios le había mostrado muchas cosas maravillosas, le había enseñado a perdonar, a no juzgar, a ser fuerte… El nunca le exigió nada, lo único era que fuera feliz. A quien veía como un Dios ahora podía verlo como un Padre, como un hermano, como un héroe… todo era perfecto, más todavía faltaba una pieza a esta persona, y esa era el amor. Podía ser feliz, podía muchas cosas más, pero no podía amar… El tiempo que había estado encerrada en sí misma le había dado la condena de un enorme caparazón en su corazón, y eso era una enorme carga.

Sabía perfectamente que no podía abrir su corazón, ¿era miedo? Podía sentir a Dios profundamente dentro de su ser, pero no podía sentir a nadie más… No era de los que decían que nadie los quería, no era esa clase de persona, estaba consciente que su familia la amaba, de que habían personas que la amaban, pero ella… no podía sentir ese amor. ¿Los abrazos tienen significado alguno? No podía encontrar nada de eso…

Estando consciente del amor de su Dios, aún así estaba desesperada… necesitaba “sentir” algo, necesitaba ser amada, ¿por qué no podía destruir ese caparazón? Pasando tiempo, cayó en desesperación y para no sentir ese vacío “había creado un ser imaginario dentro de ella”, era lo que decía, un ser capaz de darme lo que no puedo sentir, ya que… además de no sentir el amor de los demás, ella no sentía amor ni respeto por sí misma, “no odio a nadie, no hay algo que deteste, pero… ¿por qué? Porque me odio tanto…?” Ese “ser” era lo poco que podría tomar de amor hacía ella, ese ser sería la representación del amor que se tiene a ella misma, aunque sea muy poco…

Entonces comenzó a imaginarse a ese ser dentro de ella, en el mundo dentro del espíritu de cada ser humano, visitaba a Yumu, así era como lo había llamado, tenía un color de piel tan blanca como la nieve, pero con un tono pálido, era de un color tan extraño… su ojo derecho era azul, mientras que el izquierdo era rojo, su cabello blanco como él, y parecía utilizar un extraño kimono, nada en el era normal, pero… por qué tenía que serlo? Después de todo no era nada más que una ilusión, algo que ella sabía.

A pesar de su extraña forma de hacer las cosas, Dios para ella seguía siendo lo más importante, Yumu era solo una ilusión para tratar de sobrevivir a esta manera de ser. Yumu solo era eso. Transcurrió el tiempo y comenzó a tener unos sueños extraños en los que veía a un ser parecido a ella, era un chico… un chico con cabello largo, completamente liso, que tenía un aspecto delgado, “lo había visto, todo estaba color azul, y el recostado y dormido en una cama, estaba desnudo pero cubierto casi por completo de una sábana blanca… se parecía a mí.”

Tratando de dejar deberes y preocupaciones a un lado, sentía que alguien le hablaba, escuchaba una voz y esta era la que ella siempre había imaginado de Yumu… creía que ya estaba alucinando, a pesar de ser una persona que vivía de ilusiones sabía que todo era un simple juego, le gustaba también vivir la realidad, era inteligente y siempre trataba de tener la mente abierta con respecto a cualquier tema determinado. Trato de evadir esa voz, hasta que un día apareció…


Regresaba a casa, hacía un gran frío y la oscuridad se apoderaba del lugar, pasando por la iglesia le pareció ver una silueta, después de todo, es normal que haya personas en la calle no? Hasta que… siguiendo su camino paso por de lado de aquella persona sin siquiera voltear a verla, hasta que hablo, y dijo: “¿Qué estás haciendo?”. Esa voz… definitivamente conocía esa voz, después de todo ¿no era ella quien la había imaginado?

Cuando volteo, creo que ni siquiera podía escuchar el sonido de las cosas que había comprado caer… “Definitivamente debo dejar de ver tantos programas…” Eso fue lo que pensó pero lo que tenía frente a ella, ¿acaso también era una ilusión?

- Minamiya Yumu… ¿Ese es mi nombre no? No tienes por qué temer, no soy una ilusión – Se había quedado sin palabras y después de parpadear como treinta veces, pellizcarse unas diez y darle unos cuantos golpes al chico, trato de asimilar que no era una ilusión, pero a pesar de parecer una psicópata viviente de ilusiones era una persona muy escéptica.

- Hmm… ¿Disculpa…? – No podría llegar a creer que una tonta ilusión que creo llegara a ser real o sí?!

- No me digas que no sabes quién soy, tampoco que soy una ilusión, y mucho menos una tonta ilusión, ¿eso es muy cruel no crees? Para empezar quiero decirte que yo sé todo, absolutamente todo de ti, después de todo vivo en tu interior ¿verdad? Aunque en estos momentos no esté ahí estoy conectado a ti. – Siguió sin asimilar lo que dijo.

- Bueno… ¡tengo que irme! Es tarde y ya paso mucho tiempo, no quiero que mis papas se preocupen, con tu permiso. – La chica lo pasó completamente por alto, dio la vuelta y se fue lo más rápido que pudo.

- Bueno, poco a poco lo entenderás – Dicho esto pareció convertirse en una sombra y regreso a su interior dejando en ella una extraña sensación.

En un parpadear de ojos un año había pasado, había aceptado la existencia, por así decir de Yumu, era un gran compañero, siempre la escuchaba, la comprendía y se llevaban bien, pero más que una relación de “estoy feliz de verte de nuevo” y de espera por estar juntos era más bien algo tan habitual como el pensamiento individual, ya no era algo nuevo y maravilloso, sino algo normal y la chica llego a darse cuenta de que su alcance mental era como el de ella, sus mentes en una sola, no tenía más conocimiento que el suyo, pero su condición y alcance físico no tenía limite… podía hacer cosas que un humano no podría, si perdía un brazo, podía regenerarlo, aunque fuese cortado en pedazos, no era un molestia para él, solo regresaba a su forma original, y al igual los distintos aspectos físicos estaban a su alcance, era rápido y fuerte, las armas no le hacían daño, fue lo que pudo comprobar en ese entonces, ya que después se dio cuenta de más de las sorpresas que Yumu tenía guardadas.


Podía escuchar un escandaloso ruido a lo lejos. Caminaba pacíficamente por la cuidad, tratando de buscar tranquilidad a un típico día difícil, la oscuridad del lugar era mayor a lo habitual, pero aun así trataba de no tener miedo de caminar por esos rumbos sombríos.

- ¡Oye tú! – La agresividad de aquella voz la sorprendió por un momento. Siguió caminando sin voltear atrás, tenía miedo de lo que sus ojos podrían llegar a ver si cambiaba de opinión. Aquella voz podía escucharse todavía, incrementando cada vez más su tono mientras que ella aumentaba la velocidad conforme lo oía, con la cabeza agachada y los ojos fuertemente cerrados debido al miedo chocó contra un poste. – Te tengo.

En aquel momento la chica no supo cómo reaccionar, ni que hacer, y miles de pensamientos pasaban por su mente con solo finales negativos a lo que vendría después.

Ahora,  creo que solo puede recordar el sentimiento de angustia que quedo en ella después de haber escuchado los quejidos de aquél hombre que la perseguía, al momento de girarse vio a Yumu cubierto por su sangre, fue más que aterrador, nunca se había imaginado una asesina y a pesar de no haberle ordenado nada a Yumu y no haberlo hecho con sus propias manos, su conciencia cargaba con aquella gran culpa. ¿Ahora qué haría? No tardaría en llegar la policía por el escándalo ocurrido al momento del asesinato, sus piernas no respondían…

- ¿Acaso vas a seguir perdiendo el tiempo ahí parada? – Escucho una voz que de alguna manera le resulto algo familiar, y para su sorpresa cuando volteo, su mirada se encontró con la un hombre que compartía su mismo rostro. El impacto de lo sucedido impidió que palabra alguna saliera de su boca. – Ryota, ¿de verdad crees que esta cosa te servirá de algo?

- Te aseguro que si dejamos que ellos se queden con esta arma estaremos perdidos.

- No creo que eso ocurra mientras me tengas a mí, y bueno también están esa bestia horrible y el gran mentiroso -  Su voz delataba un gran tono sarcástico.

- ¿Minami verdad?, tengo que hablar contigo.

Después de aquél incidente los policías llegaron y de alguna extraña forma aquél misterioso hombre pudo dejar todo en paz, ¿Quiénes eran para que los policías no les hicieran nada? Y más después de ver el cuerpo destruido de una forma tan horrible.

El hombre le explico sus situación, le dijo que aquella criatura extraña, como ellos llamaban a Yumu, podría ser de gran utilizada en la organización en la cual trabajaban, le hablo de todo esto y le dijo que le gustaría que trabajara para él, ella dudaba un poco, pero aquél hombre a pesar de la extrañez de la situación, demostraba ser una persona de aquellas que inspiraban gran confianza, así que al final la respuesta de la chica influida por la amabilidad de aquél hombre, fue un sí.

- ¿Por qué puedo ver la belleza en ti que no encuentro en mí, a pesar de que somos iguales? – Eso fue lo último que escucho del chico cuyo rostro era igual al de ella. ¿Acaso podía saber qué era lo que pensaba?


Ahora, aunque ellos no se dieran cuenta, la caja se había completado.

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